Aún no se me quita la sonrisa pensando en lo bonito que fue el workshop MirArte. La sala estaba llena de ganas, curiosidad y mujeres dispuestas a mirarse y descubrirse más allá de las pantallas. Los nervios iniciales se esfumaron gracias a las dinámicas de rompehielos: pequeñas actividades para romper barreras y crear ese ambiente de confianza tan necesario, donde todas podíamos ser nosotras mismas.
Inspirándonos en el retrato y el autorretrato nos detuvimos a observar juntas algunos cuadros, a comentar lo que vemos y sentimos. Qué poderosa es la reflexión colectiva sobre la mirada, la identidad y el color.
Y luego llegó el momento de los collages. Cada una, entre recortes, pinceladas y palabras, creó una pieza tan personal y diferente como lo somos cada una. Además, había recomendado llevar una foto personal para construir el collage alrededor de ella. Casi todas las llevaran, y así el collage adquirió un valor aún más especial.. Ver cómo florecían las ideas, los recuerdos, las emociones sobre el papel… fue lo más mágico de la tarde. Al final, compartimos nuestros collage y fue precioso ver la diversidad, la autenticidad y la fuerza que hay en cada obra.
Siempre lo digo: estos espacios donde nos miramos realmente, sin juicios ni filtros, son imprescindibles. Gracias a todas por entregaros y por hacer del taller MirArte una experiencia tan especial y cálida. ¡Ojalá pronto lo repitamos!
